Mindfulness en el aula


Siempre he disfrutado del proceso de enseñar, ya que me permite transferir conocimientos y detonar el crecimiento de las personas. Ver el potencial de los alumnos antes de que ellos mismos lo vean y luego ver cómo lo superan, a veces incluso superándome a mí mismo, me llena de alegría.


El proceso de enseñanza es un ciclo bidireccional, donde el maestro aprende todos los días. No solo al preparar lo que enseñará y anticipar las dudas del pupilo, sino también en el momento de enseñar. Aunque no había tenido la oportunidad de impartir una clase formal, sí había dado cursos y explicado temas a mis equipos, actuando más como un guía que muestra la dirección correcta y motiva al aprendiz a explorar por sí mismo.


En este proceso de mentoría, es fundamental escuchar los resultados de cada intento y ayudar al pupilo a entender por qué falló, sin decirle cómo hacerlo. Después de algunas iteraciones, los alumnos regresan con la noticia de que han logrado su objetivo, y a menudo su estrategia es mejor que la mía. Esto me ha enseñado que limitar el conocimiento a lo que yo sé, puede restringir la capacidad del estudiante para encontrar nuevas soluciones.


Recientemente, he tenido la oportunidad de impartir una clase formal y he aprendido a respetar y agradecer a cada uno de mis maestros. No tenía idea del trabajo que representa ser un profesor. Cuando se enseña con la intención de transmitir conocimientos y potenciar el crecimiento de los alumnos, el maestro debe iterar entre distintas técnicas y estrategias para que los estudiantes dominen el tema. Esto requiere una constante evolución y reinvención, además de la preparación diaria de actividades y contenido, y la evaluación.


Aunque el proceso consume mucho tiempo, cada minuto ha valido la pena. He visto a los alumnos interesados, aprendiendo y felices. Cuando veo que han dominado el tema que me esforcé por explicar, entiendo que todo el tiempo invertido ha sido valioso.


Pero la enseñanza no se limita al aula. Podemos aplicar estos principios en nuestra vida diaria, en nuestras relaciones personales y profesionales. Podemos ser mentores para nuestros colegas, amigos y familiares, mostrándoles la dirección correcta y motivándolos a explorar por sí mismos. Podemos escuchar sus resultados y ayudarlos a entender por qué fallaron, sin decirles cómo hacerlo. Podemos crear un ambiente de aprendizaje y crecimiento mutuo, donde todos puedan beneficiarse y crecer.

Así que te invito a reflexionar sobre tus propias relaciones y a considerar cómo puedes aplicar estos principios en tu vida diaria. ¿Cómo puedes ser un mentor para alguien que lo necesite? ¿Cómo puedes crear un ambiente de aprendizaje y crecimiento mutuo en tus relaciones personales y profesionales? La respuesta está en ti.

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